Matías Estarás Hermosel
on 22 Jun 2023 9:25 AM
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ENTREVISTA-. MATÍAS ESTARÁS HERMOSEL. CONTRATADO PREDOCTORAL EN LA UEX A TRAVÉS DE FUNDACIÓN VALHONDO DURANTE 2021-2023.

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Pilar Mansilla

Matías Estarás Hermosel, Doctor en Bioquímica por la Universidad de Extremadura (UEx), apoyado por la Fundación Valhondo, ya ha iniciado su etapa postdoctoral en el Centro de Investigación del Cáncer de Marsella (CRCM), junto a uno de los grupos más punteros de Europa en la investigación del cáncer de páncreas.

Matías, joven pacense de 26 años, dejó Badajoz para estudiar Bioquímica en Cáceres. Cuando era pequeño quería ser arquitecto, admirando a su padre, quien se dedicaba a la construcción, pero pronto descubrió que lo que realmente le gustaba era la biología y, más concretamente, la investigación en el tratamiento de enfermedades. Gracias a su estancia predoctoral en 2021 trabajó cinco meses en Marsella, donde se encuentra ahora mismo iniciando su andadura postdoctoral.

¿En qué momento nació tu interés por estudiar bioquímica?

Desde pequeño he tenido bastante interés en la ciencia en general y por las ciencias de la salud en particular. Me gustaba mucho la biología, todo lo relacionado con el cuerpo humano. Y, cuando llegó el momento de elegir carrera, un profesor de bachillerato nos contó que él había hecho bioquímica, nos explicó qué se hacía en la carrera, cuáles eran las salidas laborales que tenía esta profesión, como la investigación científica, y decidí apostar por ello. Una vez dentro, me di cuenta de que realmente tenía todo lo que yo quería. 

Es importante, entonces, tener un buen referente a la hora de elegir la carrera, ¿no?

Por supuesto. Yo formo parte de la primera promoción del Grado en Bioquímica de la Universidad de Extremadura. Ahora cada vez la ciencia es más abierta, los investigadores salen más de los laboratorios y permite conocer más la labor que realizamos, pero hace diez o quince años eso no era común. 

Cuando te preguntaban de pequeño qué querías ser de mayor, ¿qué decías?

Yo decía que quería ser arquitecto. Mi padre era constructor y quería dedicarme a lo que se dedicaba él, pero fui conociendo el mundo de la biología y me pareció apasionante. El tema de las enfermedades siempre me ha parecido fascinante y descubrí que me gustaría poder tratarlas. Sabía que no tenía las competencias que se necesitan para trabajar como médico o enfermero porque requiere unas habilidades especiales para el trato directo con el paciente, pero sí que me gustaría dedicarme a curar enfermedades y creo que la mejor manera es ir a tratar la raíz de la enfermedad, por eso decidí apostar por la investigación. 

En tu tesis “Efectos de la melatonina sobre la fisiología de las células estrelladas pancreáticas”, ¿cuáles han sido los principales hallazgos?

Lo que hemos estado estudiando es el efecto que puede tener la melatonina en el control del sobrecrecimiento de la fibrosis pancreática, una condición que es común a diferentes enfermedades del páncreas, como puede ser la pancreatitis, que es un síndrome inflamatorio de la glándula; o el cáncer de páncreas. Esta condición complica mucho el manejo de estas patologías, por lo que controlar la fibrosis pancreática podría ayudar a curarlas. 

Con la fibrosis se genera lo mismo que cuando nos hacemos un corte o una herida, que es una respuesta de cicatrización. Hay una serie de células en el páncreas que, ante un daño, se activan, empiezan a proliferar y a secretar una serie de sustancias que tienen como función proteger de esa agresión. Cuando estas señales de daño no cesan, el crecimiento de estas células se vuelve patológico y se genera un exceso de cicatrización. Así se podría definir comúnmente la fibrosis pancreática: un exceso de tejido cicatricial en el páncreas. Al haber más tejido de este tipo, lo que hay es menos tejido funcional y, al final, este órgano deja de trabajar. 

Gracias a la investigación, hemos descubierto que la melatonina es capaz de reducir la activación de estas células. Estudios previos ya habían revelado que la melatonina era capaz de matar a las células tumorales y proteger a las células sanas. Y ahora hemos dado un paso más allá.  

¿Qué es la melatonina?

Es una hormona secretada por la glándula pineal, una estructura profunda del cerebro que se encarga de controlar los ritmos circadianos, que son los ciclos de sueño y vigilia, día y noche, luz y oscuridad. Actúa como un reloj interno en nuestro organismo. Además, la melatonina actúa en otros procesos, como son la regulación de procesos digestivos. 

Desde hace unos años la melatonina ha generado mucho interés entre la comunidad científica porque, además de sus funciones biológicas, se ha descubierto que tiene múltiples funciones farmacológicas, favoreciendo su presencia en muchos tratamientos: para la regulación del sueño, como antiinflamatorio natural, como prevención al envejecimiento y también como antitumoral. 

El cáncer de páncreas es uno de los que más alta tasa de mortalidad tiene. ¿En qué punto se encuentra actualmente?

Con el cáncer no se puede pretender una cura universal porque es una enfermedad muy amplia. El cáncer de mama, por ejemplo, tiene una muy alta incidencia, pero también una alta tasa de supervivencia. Sin embargo, con el cáncer de páncreas las estadísticas se han movido bastante poco y son realmente aterradoras, ya que la incidencia y la mortalidad están muy cercanas; la mayoría de la gente que lo sufre, muere. La mitad de los pacientes fallece a los cinco meses del diagnóstico. Lo único positivo es que no se encuentra entre los tipos de cáncer con más incidencia, y suelen padecerlo personas más envejecidas. Este último dato no es algo positivo, pues todas las vidas tienen el mismo valor, independientemente de la edad o los años que le queden de vida al paciente, pero en relación con el cáncer, el desarrollo tumoral no suele ser tan rápido como en la población más joven.

¿Cómo fue posible conseguir tan relativamente pronto una vacuna para la Covid-19?

La Covid-19 inundó la sociedad de los países occidentales, por eso se consiguió una vacuna tan rápido. Si la pandemia se hubiera quedado restringida a zonas de bajo desarrollo, no se hubieran dedicado todos los recursos y todo el potencial de la investigación a tratar de conseguir paliar esa enfermedad. 

Con el cáncer hay una realidad muy complicada. Hay datos muy positivos y, a día de hoy, se puede decir que la mayoría de los cánceres tienen cura. En torno al 60% de las personas que tienen cáncer sobreviven. Estas estadísticas hace 20 años eran impensables. Dentro del cáncer se engloban muchísimos tipos y cuanto más se investiga, más tipos hay. Y, aunque se dedican muchos recursos al estudio del cáncer, está claro que si se pusieran los mismos esfuerzos que se pusieron con la Covid-19, donde investigadores de diferentes ámbitos colaboraron para acelerar el proceso porque todos tenían algo que aportar. 

Precisamente este es uno de los problemas de la investigación en general. A veces te tiras años estudiando un mismo tema desde una misma perspectiva y hasta que no llega gente nueva con otros puntos de vista no encuentras una posible aproximación más eficaz o novedosa. 

¿Qué ha sido lo más complicado durante tu etapa predoctoral?

Las principales fuentes de financiación en investigación en Extremadura son las nacionales y las regionales. Las nacionales han mantenido la periodicidad de las convocatorias, pero se compite con un gran número de investigadores y obtener ayuda es bastante complicado. Y en cuanto a las regionales, las que ofrece la Junta de Extremadura, el presupuesto es insuficiente, ya que en 2020 se destinó bastante para la investigación de la Covid-19. Esto hace que los laboratorios hayan estado prácticamente subsistiendo con lo concedido para los proyectos de 2016 y así es muy complicado llevar a cabo una investigación; no hubiera sido posible continuar sin colaboradores externos. 

¿Cómo conociste a la Fundación Valhondo?

Estudié el Grado en Bioquímica en Cáceres y participaba activamente en el laboratorio como alumno interno y también realizando mi Trabajo de Fin de Estudios. En cuanto mi director me propuso hacer la tesis doctoral, empecé a buscar posibles becas y así conocí la beca de la Fundación Valhondo, hasta que cumplí los requisitos y conseguí optar a ella. 

Algunos de tus compañeros han comentado que cuando se finaliza la tesis se siente una especie de vacío. ¿Cómo te sientes tú? 

Reconozco que en ese sentido tengo mucha suerte. Cuando estaba ya listo para leer la tesis, yo ya sabía que me iban a contratar en el laboratorio de Marsella donde hice la estancia. Tener ese respaldo, esa seguridad laboral tras la tesis, que es el precipicio más hondo al que nos enfrentamos, de no saber qué vas a hacer con tu vida, en mi caso estaba cubierto. Esto me ha permitido leer la tesis doctoral con más ganas que miedo, ya que estoy deseando comenzar la etapa postdoctoral. 

¿Qué destacarías de tu estancia en Marsella?

Fue una experiencia formativa increíble. El grupo de investigación con el que tuve la suerte de poder trabajar es uno de los más punteros a nivel europeo en investigación de cáncer de páncreas y disponen de muchos recursos. Además, tienen una formación extraordinaria y son muy versátiles, lo que les permite estudiar la patología desde múltiples aproximaciones terapéuticas, desde el control del metabolismo celular hasta patrones de quimio-resistencia. Me ha enriquecido mucho. 

¿Qué aspectos consideras imprescindibles en el desarrollo del doctorado?

Lo primero es trabajar con buena gente. La figura del director de tesis es fundamental, ya que necesitas a alguien que apueste por ti y que se preocupe de que obtengas el mayor rendimiento porque es lo que te va a permitir obtener las herramientas para poder defenderte y pelear la siguiente etapa.

En segundo lugar, aprender a manejar el síndrome del impostor y darte el lugar que te corresponde. Ese sentimiento de que eres el peor, el que menos sabe, es algo por lo que todos pasamos. 

Otra de las cosas esenciales es salir fuera, ya que aporta unas competencias que, aunque se pueden conseguir también aquí, es más complicado alcanzar ese nivel. Es una oportunidad para poder trabajar con equipos interdisciplinares. 

Y, por último, no tener miedo a cerrar esta etapa, ya que todo va llegando. Sí que es verdad que también entra en juego el factor suerte, pero al final el trabajo tiene su recompensa, siempre y cuando se cree ese binomio de trabajar mucho y encontrarte en el momento adecuado con la gente adecuada. 

¿Qué proyectos tienes para esta nueva etapa?

Acabo de iniciar mi etapa postdoctoral en el Centro de Investigación del Cáncer en Marsella (CRCM) este mes de junio. La estancia predoctoral en este laboratorio fue una muy buena toma de contacto para poder establecer mi continuidad en la siguiente etapa tras la defensa de la tesis. El grupo de investigación en el que he realizado mi tesis doctoral, "Biología y comunicación celular", ha venido colaborando con el grupo de investigación en cáncer de páncreas de Marsella, por lo que todo se ha dado más fácil. Cuando estaba acabando la tesis, me dieron la oportunidad de poder incorporarme al grupo de investigación de "Estrés celular", del Dr. Juan Iovanna y la Dra. Patricia Santofimia, dentro del equipo de cáncer pancreático en el CRCM, y no lo dudé.

Estas primeras semanas están siendo realmente estimulantes. Siento que cada día estoy aprendiendo cosas nuevas. Cada paso que voy dando, por pequeño que sea, me acerca más a poder hacer ciencia de calidad y útil. Siento que estoy en el sitio y con las personas correctas para poder contribuir a mejorar la vida de los pacientes de un futuro, que espero, no sea muy lejano.

Al igual que Matías, cada año más de treinta doctorandos de la UEx solicitan los contratos predoctorales de la Fundación Valhondo en busca de una financiación para sacar adelante sus investigaciones, adjudicándose cuatro nuevos contratos en cada convocatoria anual, para lo que la Fundación dedica más de 200.000 euros, una inversión que se ha doblado en los últimos veinte años.